Un estudio de Universidad de Carolina del Norte, en Greensboro, muestra cómo las actividades llevadas a cabo por estos insectos, que cada día recorren largas distancias para trasladar los granos de polen que se adhieren a su cuerpo a las colmenas, les producen un gran estrés que hacen que cambie la conectividad entre neuronas específicas en el cerebro reduciendo su capacidad de trabajo.